Anita!

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la misma

domingo, 6 de julio de 2014

Frankestein a la orden del día



Es precisamente el capital cultural que nos identifica como caribeños y el país de las mujeres más bellas donde se entremezclan procesos políticos que van más allá  de un simple elección presidencial o de hacer alarde de ser un país democrático, como personas que tenemos el derecho a elegir sobre nuestro futuro y el presente que pisamos, sin tomar en cuenta que es en los procesos básicos de la cotidianidad dónde se reflejan las esquinas de la dictadura dentro de la democracia; la moda y la  necesidad de consumo nos atrapan en su idea de deseo banal y nos impone el deseo y los parámetros que debemos seguir: la cirugía plástica, la moda y los modelos de belleza conducen el carro que nos lleva por el sendero de la dictadura de los cuerpos "El canon de belleza inducido está muy cerca del mutante de laboratorio. Por supuesto que los hombres y mujeres siempre quisieron parecerse a sus estrellas de cine o de TV favoritas, pero “hay algo escalofriante en cómo los pacientes ven hoy a Pamela Anderson (a lo que yo le agregaría Diosa Canales, Rosita, las chicas del calendario Polar e incluso el mismo maniquí), una consumidora obvia de cirugía estética, como un paradigma de belleza” [14]. Pómulos levantados, ceja altas, senos grandes y labios carnosos; músculos y caras perfectas: puro cuerpo, centímetros perfectos en el lugar exacto. El triunfo de la superficie constituye el lugar del artificio y la apariencia, que no libera ni resuelve conflictos existenciales y sí los oculta y los simula. Paradoja de la época: la imagen de perfección, que no es más que un artefacto soñado de seducción, no hace más que postergar la realización existencial de los seres en la sociedad occidental, la plenitud física artificial vacía de contenido al individuo, lo aísla en su interioridad. Acaso pase de ser un cuerpo perfecto frente a la soledad de su propia contemplación en el espejo, la imagen narcisista contemporánea en estado puro. Como bien apunta Lourdes Ventura, “resulta una triste paradoja que las formas irreales/ideales de la muñeca Barbie sean las que llevan cuarenta años impresas en el inconsciente de varias generaciones de mujeres (...) Si la Barbie (el maniquí de proporciones exorbitantes que se encuentran en establecimientos de sabana grande) fuera humana ostentaría unas medidas imposibles: 100-45-80,(100-55-93 ¿quién sería capaz de mantenerse de  pie así?) No tendría la menstruación a causa de su delgadez y padecería trastornos psicofísicos de todo tipo. 

La obsesión por unos patrones estéticos artificiales no hace más que recordarnos que la muñeca Barbie (maniquí) ha triunfado sobre la realidad”.Gabriel cocimano.  es esa realidad moderna occidental que separó alma cuerpo y espíritu, haciendo del cuerpo un sólo templo para la divinidad de lo que Lacan llamaría Plus-de-goce, donde es el cuerpo en su eslabon individual-capitalista que se plega a los deseos de un "otro" que en este caso este otro sería una imagen manipulada de la realidad, la realidad mas real que lo real...la que ofrece un maniquí a la hora de vestir lo último de la moda, es basandose en esta estética dónde el goce se acopla a una serie de metamorfosis agresiva del cuerpo por medio de la cirugía plastica o bien la reproducción de este modelo a tráves de las inseguridades que se instauran en los primeros años de educación en las niñas o niños, donde se les dice, como debe ser una mujer y bajo que parámetros se define como "lo bello" o lo exitoso -como en el caso de Barbie que tiene millones de profesiones y nunca envejece ni sufre de estress" quizás y quedo abierta al juicio de quien lo lea, creo que la ideología en la que nos basamos para reunir estos requisitos de belleza busca no sólo hacernos creer que deseamos un cuerpo así, es más bien renunciar al amor propio que une nuestro cuerpo con nuestra alma y al vez con nuestro espíritu, ya que es esta unión tridimensional la que define la manera simbólica en la que construimos nuestro cuerpo y nos manejamos en un plano de relaciones sociales,  por el contrario nos plegamos a un nuevo sistema de moda que reune la condiciones necesarias para entrar en el juego del exito global, este éxito que sólo se reconoce a traves de los objetos que nos identifican, mas que la mirada que nos constituye.


Ahora bien con esto no quiero decir que los objetos deben dejar de identificarnos (eso no va a pasar, cada vez será más y más la necesidad de una imagen cada vez mas nítida de la realidad y eso sólo se tiene a través de los objetos), pero es más que todo una necesidad propia de introducirme en la aberración del masoquismo de pensar y pensar en como ciertos objetos no son creados sólo para una función en específico (cómo diría Barthes) y qué objetos como los maniquíes no sólo son creados para montarle un ropa y ya....cómo Zizek hace referencia a Marx "una mercancía nunca es simple objeto que compramos y consumimos, una mercancía es un objeto de exquisitez teológica incluso metafísica. su presencia refleja una trascendencia invisible". es entonces el maniquí a parte de ser un consumo visual de una exhibición de la ropa que se lleva a la moda , es tambien un compendio de ojos que vienen detrás del maniquí que crean las leyes de la belleza que legitimamos día a día todas la venezolanas y venezolanos, y que, como si fuese el nuevo sueño americano buscamos hacer de nuestros cuerpos y de nuestras decisiones una instalación que progresivamente transforma nuestros cuerpos en la imagen perfecta de lo que la ingeniería genética busca para establecer normas de éxito, claro está hiperrealidad creada a los ciudadanos de segundo orden que en busca de parecer esta perfección genética que sólo pueden optar aquellos que él primer orden tiene el privilegio de transforman incluso de generación en generación, disuaden su realidad intercambiando el amor propio, por el amor a la imagen que necesitamos tener, es la carrera por el éxito en donde hemos sido las mujeres las que hemos trastabillado en la búsqueda de una ironía simbólica de la seducción, por el contrario, seguimos siendo las presas del patriarcado, que en su unión hipócrita con el capitalismo, desprecia la mutilación del clítoris pero induce coercitivamente a legitimar el imaginario de belleza donde se rasga, mutila e induce a la mujer a verse bajo ese compendio de ojos que define a la belleza femenina...el ojo masculino